jueves, 30 de septiembre de 2010

Conversión

- De la noche a la mañana dejé departicipar en las juergas y correrías nocturnas. De nuevo podía estar solo.

- Recobré el gusto por la lectura, por los largos paseos.

- Esta súbita conversión me hizo blanco de todas las burlas. Pero ahora tenía algo que querer y venerar; tenía otra vez un ideal, la vida volvía a rebosar de intuiciones y misteriosos presagios; y aquello me inmunizaba. Volvía a encontrarme a mí mismo,
aunque como esclavo y servidor de una imagen venerada.

No puedo recordar aquel tiempo sin cierta emoción. Otra vez intentaba reconstruir con sincero esfuerzo un «mundo luminoso» sobre las ruinas de un período de vida desmoronado. Otra vez vivía con el único deseo de acabar con lo tenebroso y malo en
mi interior y de permanecer por completo en la claridad, de rodillas ante unos dioses.

Al menos, el «mundo luminoso» de ahora era mi propia creación; ya no trataba de refugiarme y cobijarme en las faldas de mi madre y en la seguridad irresponsable. Era un nuevo espíritu de sumisión, creado y exigido por mí mismo, con responsabilidad y disciplina. La sexualidad bajo la que sufría y de la que siempre iba huyendo, se vería purificada en este fuego y convertida en espiritualidad y devoción.

Autor: Hermann Hesse

Libro: Demian

Año: 1919

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