Puerto confidente cual sendero de esperanzas, contorno silencioso solitario, copa de amantes con sorbos lentos y la ansiedad por un amor que crecía.
El viento arrastraba las hojas secas a su voluntad entre el abrazo de piernas a la espalda sin fuerzas y sin voz. Mientras el descansándole las manos sobre el pecho, sostenía la madrugada y ella abandonándolo entre gemidos ahogados por la melodía del mediodía.
Él, de rodillas al piel de la brisa perfumada de rosas y azahares, reclinada la cabeza a su falda ante la imagen virgen de su cirio, sublime resignación de los rayos del sol que se colaban por la ventana por la luz de su cirio que inundaba a la desordenada habitación.
Ella dócil agitada entre gemidos y suspiros arañando su espalda, recostada ante aquel altar humilde y perfumado bañado de su cirio bendito, penetraba murmurando palabras débiles pero emblemas de su amor.
Copyright © Irvin Guiovvani García González
El viento arrastraba las hojas secas a su voluntad entre el abrazo de piernas a la espalda sin fuerzas y sin voz. Mientras el descansándole las manos sobre el pecho, sostenía la madrugada y ella abandonándolo entre gemidos ahogados por la melodía del mediodía.
Él, de rodillas al piel de la brisa perfumada de rosas y azahares, reclinada la cabeza a su falda ante la imagen virgen de su cirio, sublime resignación de los rayos del sol que se colaban por la ventana por la luz de su cirio que inundaba a la desordenada habitación.
Ella dócil agitada entre gemidos y suspiros arañando su espalda, recostada ante aquel altar humilde y perfumado bañado de su cirio bendito, penetraba murmurando palabras débiles pero emblemas de su amor.
I. G.
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